Marta Arbe vive en Trelew, su enfermedad le impidió seguir trabajando.
Tiene 51 años, se llama Marta Arbe, vive en el barrio Tiro Federal de Trelew. Hace un tiempo, bastante largo, integró las cooperadoras de las escuelas 175, 429, 615, 762 y 771, desde su lugar y sólo con donaciones le dio de comer a 150 chicos. Más allá de su benéfica labor, la vecina guarda una espina: “Nunca fui reconocida por mi tarea”, ni siquiera “nadie se acercó a decirme ‘¿necesitas un vaso de agua?’. Hoy tiene un propósito: poder terminar su vivienda.
Marta vive con sus hijos y nietos. En su hogar la puerta se abre a cada minuto. El movimiento de personas en el interior de la casa es constante. Y eso es señal de alguien que trabajó ciegamente por los demás y recibe el cariño sincero. “Yo les sacaba a mis hijos para darle a otros chicos, ellos no se enojaban. Sí se que ahora deben decir ‘vos ayudabas a otros y ahora quién te ayuda a vos’. Y es la verdad: a mí no me ayuda nadie, después de que colaboré tanto”.
“Le dábamos de comer a 150 chicos”, comentó Marta al rememorar aquellos momentos donde los niños “tomaban hasta 3 tazas de leche, acompañados de galletitas, pan con dulce, tortas”. Pese a su tarea, la vecina comentó que “nunca fui reconocida. Nadie se acercó a decirme ‘¿necesitas un vaso de agua?’. La mujer abandonó su actividad porque “los médicos me detectaron artrosis reumática. Me operaron tres veces de las caderas. Mis hijos no me dejan caminar porque me puedo caer”, explicó. Pero admitió: “Al no poder ayudar siento impotencia”.
Marta tiene un objetivo: “Poder terminar mí casa que no sé cómo voy a hacer” porque “nadie me ayuda”, aunque reconoció que “si tuviera que continuar trabajando para ayudar a los demás, lo hago porque siento la necesidad de seguir aportando”.
Marta vive con sus hijos y nietos. En su hogar la puerta se abre a cada minuto. El movimiento de personas en el interior de la casa es constante. Y eso es señal de alguien que trabajó ciegamente por los demás y recibe el cariño sincero. “Yo les sacaba a mis hijos para darle a otros chicos, ellos no se enojaban. Sí se que ahora deben decir ‘vos ayudabas a otros y ahora quién te ayuda a vos’. Y es la verdad: a mí no me ayuda nadie, después de que colaboré tanto”.
“Le dábamos de comer a 150 chicos”, comentó Marta al rememorar aquellos momentos donde los niños “tomaban hasta 3 tazas de leche, acompañados de galletitas, pan con dulce, tortas”. Pese a su tarea, la vecina comentó que “nunca fui reconocida. Nadie se acercó a decirme ‘¿necesitas un vaso de agua?’. La mujer abandonó su actividad porque “los médicos me detectaron artrosis reumática. Me operaron tres veces de las caderas. Mis hijos no me dejan caminar porque me puedo caer”, explicó. Pero admitió: “Al no poder ayudar siento impotencia”.
Marta tiene un objetivo: “Poder terminar mí casa que no sé cómo voy a hacer” porque “nadie me ayuda”, aunque reconoció que “si tuviera que continuar trabajando para ayudar a los demás, lo hago porque siento la necesidad de seguir aportando”.
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